¿La Oración?, pero ¡si no ya está de moda la Oración! Y ¿qué oración?, porque hay muchos tipos y modos. ¿Sirve para algo? ¿Es un refugio o simple tranquilizante?, ¿es una obligación?, ¿oramos asiduamente? Hay personas que no han orado nunca, otros consideran la oración como una pérdida de tiempo, algo inútil, y no faltan quienes la aprecian y la consideran el primer valor en su vida. ¿Y mi oración? ¿Es monótona, repetitiva, rutinaria, o por el contrario es personal, confiada, coloquial, original? Y por otro lado… ¿es difícil orar? “Señor, enséñanos a orar…”, le pidieron los discípulos a Jesús, y éste les regaló el Padrenuestro como modelo de oración, y les invitó a pedir con insistencia, oportuna o importunamente, y a ser constantes, confiados en que Dios en su infinita misericordia escucha siempre: “Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?”. Por tanto: “Pedid… buscad… llamad…”.
Es necesario enseñar a orar. Es imprescindible para nuestro mundo de hoy, recuperar el gusto por la Oración.
Hoy concluye el Campamento de Verano que desde el domingo pasado hemos celebrado en la sierra sur de Alcoy, en el término municipal de Biar. Algunos más de 200 niños y adolescentes, junto a 60 monitores hemos gozado de la naturaleza y hemos orado al inicio del día y al final –Buenos días y Buenas noches, les llamamos a estos momentos–, y hemos celebrado la Palabra de Dios, para que oriente nuestro “Caminar en la luz”, y hemos celebrado la Eucaristía. Y todo ello porque sabemos que Dios habla en la oración y nos alimenta en el banquete fraterno y en su Palabra. Estos niños y jóvenes saben orar, saben rezar, y saben que ante el poder de la oración no hay poder humano que resista o venza. Y disfrutan, como muchos no pueden imaginar. Y cuando oran a veces bendicen, otras dan gracias, otras interceden -como Abraham o Moisés-, otras suplican o claman, pero siempre se sienten amados de Dios. Estos niños y jóvenes saben que la oración no cambia a Dios -no se reza para eso- pero sí cambia a quien ora. Orad también vosotros por ellos, que sigan en la amistad con Jesucristo.
Toda oración nace como respuesta a la amistad. Ya Santa Teresa decía que “orar es hablar de amor con aquel que sabes que te ama”. Es preciso tener conciencia de que somos “hijos” y nos dirigimos al “Padre”. De ahí que quien reza el Padrenuestro siente la exigencia de vivir con un nuevo estilo.
Pero para orar es imprescindible la humildad. “Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza”, dice Abraham. Es el necesitado, que jamás hubiera osado hablar confiadamente con Dios si no hubiera conocido su Paternidad; pero… “fiel a la recomendación de Jesús, y siguiendo su divina enseñanza se atreve a decir: ¡Padre Nuestro!”. ¡Padre!… la palabra esencial que todo lo resume. ¡Qué confianza!
Luis Emilio Pascual Molina
Consiliario Cofradia Ntro.Padre Jesùs Nazareno