Cuentan que había una niña pobre, sin comida ni vestido. Un día -bien podía ser en estas fechas- llegó a la chabola donde vivía un periodista. Vio la extrema pobreza de la niña y le preguntó: “¿Crees en Dios?”. “Sí, creo”, respondió la niña. “¿Crees que Dios te ama?”. “Sí, lo creo”, volvió a responder. Y el periodista continuó insistiendo: “Si crees en Dios y que él te ama, ¿por qué no tienes comida ni ropa para abrigarte?”. A lo que la niña respondió: “Yo creo que Dios le pidió a alguien que me trajese esas cosas, pero ese alguien debió decir que no, o se olvidó”. Navidad es actuar los deseos de Dios, y Dios desea la felicidad de sus hijos, de cada ser humano. Precisamente porque no desea el sufrimiento, ni la pobreza, ni la separación, ni la tristeza… Dios se “encarnó” en naturaleza humana, puso su tienda entre nosotros, se hizo “alegría” en la risa de un recién nacido, “cercano” en una familia, “pobre de riquezas mundanas” para enseñarnos la gran riqueza del amor… y “sufriente hasta ser marginado y clavado en cruz” porque amando se da la vida, y dando la vida ésta se recibe.
El Verbo, la Palabra de Dios, se hizo hombre, vino al mundo; él era la luz y la paz que el hombre necesitaba… Vino a su casa, pero los suyos no le recibieron. Éste es el gran problema, el enorme problema de la sociedad. Nos han bombardeado durante la Navidad con la crisis -según a quien escuchemos estamos en recuperación y saliendo, o seguimos anclados en ella-, hemos bromeado enviando mensajes de felicidad y de año nuevo deseando un “Feliz 2021”, o deseando que, de una vez por todas, desaparezca este nefasto 2020, pero seguimos ciegos a que la verdadera crisis no es económica, ni financiera, sino crisis de humanidad. No aceptamos a Jesucristo, Dios hecho hombre por amor al hombre para que el hombre pueda ser Hijo de Dios y vivir como Dios, es decir: amar como Dios ama, actuar como Dios actúa, hablar como Dios habla, perdonar como Dios perdona, crear comunión como Dios Trinidad es. La consecuencia es obvia: pobreza, guerras, marginación, violencia, odio…
Por eso, frente a tanto deseo tópico y tanto proyecto meramente humano para el 2021, prefiero invitaros a desear y buscar lo que Pablo explicita en los versículos finales de la segunda lectura de hoy: “Que el Dios de Nuestro Señor Jesucristo… os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos”.
Y Santo Tomás de Aquino nos dejó una oración que podríamos hacer nuestra en estos días de deseos y proyectos: “Concédeme, Señor, Dios mío, una inteligencia que te conozca, un amor que te busque, una sabiduría que te encuentre, una vida que te agrade, una perseverancia que te espere confiadamente, y la esperanza de poderte finalmente abrazar”.
3-enero-2021