Hoy es tercer domingo del Tiempo Ordinario, y tres intenciones se aúnan: por segundo año celebramos el Domingo de la Palabra de Dios, día instituido por el Papa Francisco para profundizar en la centralidad de ésta en la vida y la misión de la Iglesia; hoy es San Francisco de Sales, patrón de los periodistas, divulgadores e informadores, con su palabra, de la verdad; y estamos en la Semana de Oración por la Unidad de los cristianos (mañana, con la Fiesta de la Conversión de San Pablo, termina).
Dios no es indiferente ante el sufrimiento humano, y por eso no es indiferente ante un mundo abocado al pecado y a la muerte. Jonás es enviado por Dios a Nínive, la gran ciudad y símbolo de toda maldad, para anunciar su destrucción en cuarenta días si sus habitantes no se convierten de su “mala vida”. Dios les da una nueva oportunidad… ¡y la aprovechan! Jesús, como un nuevo Jonás, es enviado a la humanidad con una misión: anunciar la Buena Noticia del Amor de Dios. “Se ha cumplido el plazo… convertíos y creed en el Evangelio”. Es la nueva y permanente oportunidad de Dios al hombre. Pero necesita unos colaboradores, a los que irá preparando en el día a día, en intimidad con Él; y cuando cualquiera de nosotros, con el más elemental sentido común, hubiera seleccionado sabios escribas, fariseos honestos, doctores o gente con influencia social, va y llama a hombres vulgares, personas como tú y yo, trabajadores sencillos acostumbrados al esfuerzo y a la lucha cotidiana, cuyo único mérito es estar, vivir en el mundo, y desear lo mejor para él.
Los cuatro primeros son pescadores y van a escuchar: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres…”. Dejaron las redes al instante. No se trataba de un simple cambio de oficio: antes pescador, ahora predicador; antes abogado, médico, labrador o administrativo, ahora estudiante de Teología o catequista. Es todo un cambio de vida, es el comienzo de un “dejarlo todo”, de un “vaciarse de sí para ser poseídos por la Palabra y el Espíritu Santo”, de aceptar libremente “ser expropiado de uno mismo para ser todo de Dios”, y así descubrir la radicalidad de la consagración bautismal.
Jesús -también hoy- pasa por la orilla de nuestro mar en busca de nuevos colaboradores. Quizás a ti Dios no te llame a una vocación de especial consagración, pero no dudes que te llama a ser “pescador” de los hombres, tus hermanos: “mensajero de alegría” para los miembros de tu familia, “profeta de esperanza” para compañeros de trabajo, “instrumento de paz y fraternidad” en un mundo dividido… Y tendrás que dejar las redes que te atrapan: miedos, ideologías, prejuicios, seguridades afectivas, afán de notoriedad… Porque no dudes que las mil y una redes que parecen darnos seguridad, acaban convirtiéndose en redes que nos atrapan, inmovilizan y esclavizan.
Jesús continuamente nos seduce y nos invita a la conversión de las actitudes vitales, al cambio de mentalidad, a la conversión del corazón. Es el “kairós” de Dios: una nueva oportunidad de encontrar el auténtico sentido de la vida. Su llamada abre una puerta a la esperanza de una relación nueva con Él. No temas, y lánzate sin temor a la aventura sin red; no como el trapecista experto, sino fiado en la promesa de aquél que te convoca a la misión: “Yo estaré con vosotros todos los días”.
24-enero-2021