Hoy, en algunas diócesis, se nos invita a celebrar litúrgicamente, por anticipado, dada su importancia, la Fiesta de los Apóstoles Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia: Pedro, el pescador de Galilea y primer depositario de las llaves de los misterios divinos; Pablo, el apóstol de los gentiles, evangelizador incansable.
Sin embargo quiero centrar la glosa en el evangelio que hoy correspondería según la liturgia dominical, Domingo XIII del Tiempo Ordinario.
El evangelista Marcos nos presenta a Jesús como vencedor de la enfermedad y la muerte. Es una escena conocida: Jesús cura a una mujer y devuelve la vida a una niña. A la hemorroísa, que sufría de flujos de sangre desde hacía doce años, “se le iba la vida a chorros”; la hija de Jairo, un jefe de la sinagoga, está muriendo. La primera había gastado toda su fortuna en médicos y tratamientos, oye hablar de Jesús y le busca pensando que “con sólo tocar su manto” se curará; Jairo se echa a los pies de Jesús y con insistencia le ruega: “Ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva”. Una “toca” a Jesús”, la otra será “tocada” por Jesús. “¿Quién me ha tocado?”, le oímos decir en el primer caso; en el segundo leemos: “La niña no está muerta, está dormida… la cogió de la mano y le dijo: ‘Talitha qumi’ (‘contigo hablo, niña, levántate’)”. Los discípulos se extrañan diciendo: “Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: ¿Quién me ha tocado?”; en el otro dirán: “Tu hija ha muerto, ¿para qué molestar al maestro?”.
Si no fuera por la pandemia que vivimos desde hace más de un año, hace cuatro días habríamos regresado de una nueva Peregrinación Diocesana a Lourdes. La ciudad, los santuarios, las piscinas, el agua de Lourdes… no son milagrosos. Jesús tampoco es un taumaturgo o un mago. Lo que ha producido la curación de miles de personas en Lourdes, lo que paró el flujo de sangre en la hemorroísa, lo que hizo posible volver a la vida a la niña, fue, y sigue siendo hoy día, lo mismo: la Fe. La Fe en el poder de Dios, manifestado en un lugar privilegiado que la Virgen María quiso escoger para mostrar su amor, su intercesión y su presencia; la Fe de una mujer en Jesús de Nazaret; la Fe de un padre desesperado ante el Hijo de Dios, que atravesaba las calles de su ciudad.
De un modo u otro la muchedumbre sigue hoy rodeando a Jesús. Muchos tocan o besan sus imágenes, repiten oraciones, realizan sacrificios… están alrededor. Pero ¿cuántos tocan con fe a Jesús?… A esos les llega su Gracia. Ser persona religiosa es una cosa, ser persona de Fe es otra bien distinta. La primera vive en el miedo a Dios, en el cumplimiento de los mandatos; la segunda vive de la búsqueda constante de Dios, de su Amor gratuito. La primera es esclava de sí misma y de sus prácticas; la segunda es libre y capaz de liberar a otros. No es necesario “hacer muchas cosas”… Jesús, a Jairo, le dará clave: “No temas; basta que tengas Fe”.
27-junio-2021