Hoy domingo coincide la solemnidad de Santiago Apóstol, patrón de España. Santiago es hijo de Zebedeo y hermano de Juan; el evangelio nos presenta a su madre, de fuerte personalidad y firme decisión, y que desea lo mejor para sus hijos. Santiago conoció a Jesús por su hermano, dejó a su padre, y decidió seguirle. Poco más sabemos. Es muy curioso cómo Jesús responde no a la madre -que es quien le pide- sino a ellos. ¡Qué bien sabe leer Jesús los corazones de sus amigos! No le conocen, pero ya le siguen y le quieren; y ese afecto, aún sin pulir, será verdadera amistad cuando sean capaces -¡y lo serán!- de dar la vida por su amigo. Los otros apóstoles se indignan: tampoco ellos conocen aún al Señor; queda patente que, entre ellos, más que quererse compiten. ¡Qué maravilla saber que, poco a poco, Jesús les irá “robando el corazón”, y les hará más perfectos en sus relaciones mutuas! Aprenderán a perdonar sus debilidades, a lavar los pies como hacía el siervo… ¡como el Maestro con ellos! Se conocerán a si mismos, no se escandalizarán y se dejarán amar; este amor misericordioso les transformará; por ello, con Pablo, podrán decir: “no nos predicamos a nosotros mismos sino a Cristo, y éste crucificado”. Con sus palabras y gestos, con su obrar, manifestarán que son “vasijas de barro”, sí, pero ministros y anunciadores de un gran tesoro: el Amor de Dios, la mayor fuerza curativa y transformadora de la historia. Y como nada temerán, pues todo lo han alcanzado, terminarán dando la vida… “beberán el cáliz”.
Santiago quiso ocupar uno de los primeros puestos en el Reino de Dios; y Dios le concedió ser el primero de los apóstoles en dar la vida por el anuncio del Reino. Esto es lo único que le hace especial; por lo demás es “uno de los nuestros”, uno como tú y yo. Me explico: todos apetecemos primeros puestos, reconocimiento y honores, pero todos hemos somos invitados por Jesús a estar en nuestro sitio, que no es sino el del servicio y la disponibilidad. Y descubriremos que llevamos el tesoro del evangelio en la frágil vasija de nuestras debilidades y pecados; así se verá más clara la fuerza de Dios y la potencia de la Palabra que anunciamos.
Esta es mi experiencia, y hoy proclamo una profunda acción de gracias a Dios, pues hoy celebro mi XXXI aniversario de Ordenación Sacerdotal, mi “cumple-cura”. ¡Gracias Señor por tu fidelidad! ¡Gracias Señor por contar conmigo! ¡Quiero seguir siendo sólo servidor de los hombres! ¡Quiero seguir siendo instrumento en tus manos, siervo inútil que hace lo que tiene que hacer! ¡Nada más!, pero… ¡nada menos!
También hay un motivo especial de fiesta hoy, pues el Papa Francisco nos ha invitado a celebrar la I Jornada Mundial de los abuelos y los mayores (cada año, el 4º domingo de julio). En su mensaje nos dice: «incluso cuando todo parece oscuro, como en estos meses de pandemia, el Señor sigue enviando ángeles para consolar nuestra soledad y repetirnos: “Yo estoy contigo todos los días”. Esto te lo dice a ti, me lo dice a mí, a todos. Este es el sentido de esta Jornada que he querido celebrar por primera vez precisamente este año, tras un largo aislamiento y una reanudación todavía lenta de la vida social. ¡Que cada abuelo, cada anciano, cada abuela, cada persona mayor -sobre todo los que están más solos- reciba la visita de un ángel!».
25-julio-2021