“… PARA LA VIDA DEL MUNDO”

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Jesús se autoproclama el Pan de Vida. Los que le escuchan murmuran, y Él vuelve a repetir con mayor énfasis: “Yo soy el Pan de Vida… el que coma de este pan vivirá para siempre”. Y lo aclara, o complica -según se vea-: “Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo. Jesucristo está anunciando, sin que sus oyentes se enteren, que su misión, la tarea para la que el Padre le ha enviado, es “dar su vida, para la vida del mundo”. Es el mensaje cristiano mil veces repetido: sólo si la sal se disuelve cumple su función y da sabor; sólo si el grano es sepultado y muere da fruto… Es la tozuda realidad de siempre: “dar para tener, entregarse para encontrarse, perder para ganar”. La muerte no existe para el que se alimenta de Jesucristo: las pruebas cotidianas, los sufrimientos y angustias, los rechazos y desprecios… que cada día nos destruyen, nos “matan”, ya no pueden con nosotros porque “tenemos el pan de la vida”. Sólo el que se alimenta del pan del cielo camina sin desfallecer.

Permitidme que os narre una historia que llegó a mis manos y que perfectamente refiere lo dicho: “Cuentan que había un pan tierno, de olor a recién hecho, crujiente y de aspecto apetitoso. Un grupo de niños rodeaban el pan y se lo comían con los ojos; tenían hambre. Cuando el pan vio sus ojos y adivinó sus ansias de comérselo, corrió a esconderse. Pasado un tiempo, aquel pan que huyó para no ser comido por los niños, se endureció, lo encontraron en un rincón y lo tiraron a la basura. En cambio, había un pan tierno, de olor a recién hecho, crujiente y de aspecto apetitoso. Un grupo de niños rodeaban el pan y se lo comían con los ojos; tenían hambre. Cuando el pan sintió el cuchillo que lo cortaba no dijo nada, aunque pensó que se moría. Al sentir el calor de las manos de aquellos niños y la boca hambrienta, se sintió alegre. Luego se dio cuenta de que él no había muerto: solo se había transformado. El que es “el Pan de Vida” fue introducido en el horno de la cruz y se convirtió en Pan crujiente y apetitoso, colocado en la mesa redonda del mundo para ser comido”.

Y el mundo vive por Él. El que come de este Pan se hace, a su vez, “pan para la vida del mundo” cada vez que se entrega al hermano, cada vez que ama, cada vez que se pone al servicio de quien le pueda necesitar, cada vez que “se parte” por los demás. ¡Y… encuentra la vida! ¡Y… es feliz!

¡Cuántos panes podridos, cuántas esperanzas en realidades humanas y por las que se entrega tiempo dinero… y hasta la vida, cuántas ilusiones rotas…! Este mundo necesita de un pan, de un alimento distinto, que no es novedad, pero que sí hace nuevas todas las relaciones y todas las actividades y esperanzas humanas. ¡Es Jesucristo!

Querido lector amigo, ¡te invito a comer de este Pan! En cada Eucaristía se nos ofrece gratis. ¡Que nunca lo despreciemos!

 

Luis Emilio Pascual Molina
Capellán de la Cofradía de Jesús
Domingo XIX del Tiempo Ordinario – Ciclo B
8-agosto-2021