LA PALABRA REVELA EL CORAZÓN

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Me vienen a la mente varios refranes populares a raíz de los textos de la Palabra de Dios de este domingo: “Mejor es callar y que duden si sabes, que hablar y despejar toda duda”, “En boca cerrada no entran moscas”, ¡Hablaste y…! Todos ellos nos indican una realidad incontestable: que la palabra desnuda a la persona, que nuestro modo de decir, gesticular, vestir, hacer… -todo es “palabra, “diálogo”- muestra quiénes somos, qué pensamos o qué queremos. Si la “palabra recibida” nos “da una visión del mundo y de las cosas”, la “palabra activa” es “desvelamiento de la persona”.

La primera lectura de hoy recoge algunas máximas en las que, tras presentarnos las relaciones entre el árbol y el fruto, o la apariencia externa y la realidad profunda del hombre, se nos muestra cómo la palabra humana revela “lo que el hombre es”. El salmo nos invita a “proclamar” con nuestra palabra y nuestra vida la misericordia, la fidelidad y la justicia de Dios. Y en el evangelio, Lucas nos recuerda una palabra de advertencia de Jesús hacia los falsos doctores -y hoy a nosotros-, que juzgan sin escuchar, que miran sin mirarse antes a sí mismos, que desprecian al otro por su pecado u error, pero no son capaces de reconocer los propios. Son -somos- como “ciegos pretendiendo guiar a otros ciegos”. Conocemos el resultado.

Jesucristo es la Palabra, el Verbo de Dios, y los cristianos vivimos de esta Palabra y estamos llamados a proclamarla con nuestras palabras y obras. Quien no está abierto a la verdad, a Cristo, no puede guiar a otros, porque no es posible ser guía sin antes haber reconocido la indigencia, la ceguera, la enfermedad…

Y la palabra humana brota no de los órganos fonadores (boca, laringe, faringe, etc.) -el sonido sí-, sino que la palabra de donde brota realmente es “del corazón”. El texto del evangelio de hoy nos recuerda esta evidencia: “de lo que rebosa el corazón habla la boca”.

Lo importante, entonces, no es cuidar nuestras palabras, corregir la dicción, aprender palabras nuevas, dejar boquiabierto al auditorio que nos escucha con términos o vocablos extraños… Lo verdaderamente importante es “sanar nuestro corazón” para que, de un corazón enamorado de Cristo, lleno de Dios, broten palabras de vida, de ternura, de consuelo, de compasión, hacia nuestros hermanos. Recuerdo, a este respecto, lo que dice el sacerdote en uno de los ritos secundarios en el Bautismo, al tocar con los dedos la boca y los oídos del recién bautizado: “El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda, a su tiempo, escuchar su Palabra y proclamar la fe para alabanza y gloria de Dios Padre”.

El miércoles, con el gesto de la ceniza, daremos inicio un año más al Tiempo de Cuaresma, un tiempo espléndido de conversión, tiempo de “grandes oportunidades” para poder “resetear” nuestro corazón según Dios. ¿Lo aprovecharemos?

Luis Emilio Pascual Molina
Capellán de la Cofradía de Jesús
Domingo VIII del Tiempo Ordinario – Ciclo C
27-febrero-2022