En medio de tanta palabrería vacía humana se oye una voz: “¡Escuchadle!”. ¿A quién?, ¿es un nuevo candidato, como si estuviéramos en periodo electoral? Y… ¿quién habla? Es Dios mismo, que invita a prestar atención al que es “la Palabra”. Y éste “habla con autoridad, no como los hombres”. Pero ¡ojo! Si no te limitas sólo a oír, sino que además le escuchas, verás que no se trata de un programa político, ni tan siquiera de buenas intenciones o de una ética exigente, sino de suscitar una adhesión radical, una experiencia personal, capaz de originar una “nueva Vida”.
Porque, si le escuchas, te dirá: “Dichosos los pobres, los que sufren, los que lloran…”, porque eres “hijo de Dios” y no estás llamado a ser saciado por lo que este mundo te puede ofrecer. Y te dirá que “hay más alegría en dar que en recibir”. Y que “el que quiera ser el primero se haga último, y el que quiera ser jefe se haga servidor”. Y que no temas a Dios, porque es Padre misericordioso dispuesto siempre al abrazo de perdón, y Padre providente que “sabe lo que necesitas aún antes de pedirlo”. Y por eso te indicará: “Busca el Reino de Dios y su justicia, y todo se te dará por añadidura”. Y te sorprenderás “vendiéndolo todo por la perla preciosa y el tesoro en el campo”. Y descubrirás que esta palabra te revela quién eres, te interpela, te modela, y te impulsa a actuar, y te conducirá al “amaos como yo os he amado”, por lo que “pedirás por el que te persigue y bendecirás al que te maldice”, y terminarás siendo “prójimo, cercano, del que sufre”. En definitiva, acabarás por decir -con San Pablo- “Ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí”. Tus acciones, tus pensamientos, tus deseos y proyectos… se verán transformados y potenciados, y tú experimentarás un gozo que nadie te podrá arrebatar. ¡Vivirás “transfigurado”!
Y también te dirá que no huyas de la cruz -que llegará-, porque “quien no coge su cruz y me sigue no es digno de mí”. Pero antes te habrá permitido vivir la experiencia del Tabor, como a Pedro, a Santiago y a Juan. Y con este memorial en tu vida podrás entender -cuando llegue el momento- que la cruz precede a la resurrección. Como sabio pedagogo y conocedor de la debilidad humana ante el dolor, Jesús no te predica ni te anuncia resignación, sino salvación. Tal vez pueda el hombre ser bueno, honrado y justo, pero nunca cristiano, sin una experiencia de Dios. Y serás cirineo de otros crucificados, y… ¡serás plenamente feliz!, porque como dijo en referencia a su Madre: “¡Dichoso el que escucha la Palabra de Dios y la pone por obra!”.
La Cuaresma nos invita a subir al Tabor, a gozar de esta experiencia, para escuchar la voz del Señor… y volver a la vida fortalecidos y consolados, y así seguir camino hacia nuestro Gólgota particular. Después nos esperará la Resurrección.
El fin de semana próximo celebramos la Campaña del Seminario, con el lema: “Sacerdotes al servicio de una iglesia en camino”. Tengámoslo presente en la oración.
Cuaresma, tiempo de escucha. Por propia experiencia te digo que ¡vale la pena escucharlo! Tantos, antes de ti, lo han hecho y no se arrepienten. ¿Te atreverás tú?
13-marzo-2022