CONVERSIÓN

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Se presentaron con una trágica noticia: Pilato había degollado a unos galileos mientras ofrecían sus sacrificios. ¿Cómo lo ha permitido Dios? Esperaban una palabra de Jesús. Sorprende la respuesta: “¿Pensáis que eran más pecadores que los demás galileos…? No, y si no os convertís, todos pereceréis lo mismo”. No convertirse -dice Jesús- lleva a perecer. La liturgia de hoy nos trae una palabra clave: Conversión. Y por tres veces, y de modo diverso. Uno, Conversión liberadora: Moisés, tras su encuentro con Dios en el monte Horeb, regresa a Egipto con la misión de liberar al pueblo de la esclavitud. Dos, Conversión de actitudes: Pablo recomienda a los corintios vivir cristianamente. Y tres, Conversión para no morir: Jesús invita a leer los signos de los tiempos, y a estar atentos para no perecer.

Moisés recibe la misión cuando se acerca a una zarza que ardía sin consumirse; allí, en la presencia de Dios descubre que el acercamiento a Dios acerca a los hermanos; que de la intimidad con Dios brota la capacidad liberadora del hombre y su amor. Pablo, desde su propia experiencia de conversión, expone que los acontecimientos del primer éxodo son signo de lo que ahora, y en cada hombre de cada tiempo histórico, sucede: las falsas seguridades llevan a la idolatría, y ahogan o difuminan el verdadero camino de la vida; la mejor actitud es la conversión, que consiste en un “cambio de actitudes”; convertirse es caminar con Cristo y participar en sus dones de salvación. Dos hechos de “crónica de sucesos” dan pie a Jesús para la reflexión y la invitación a la conversión; las desgracias narradas en el evangelio y las adversidades de hoy son signos de la precariedad del hombre sobre la tierra; así entendemos cómo Dios habla a través de los acontecimientos de la vida -no fuera de ella- y nos exhorta a convertirnos. Dios pasa, intervine en la vida del hombre, porque éste vive la carencia, la limitación de su “ser criatura”. Pasar de una forma de vida a otra forma de vida, dejar de ser “higuera infecunda, estéril, y dar fruto abundante”, se llama Conversión.

Abramos los ojos y leamos en nuestra historia de hoy: enfrentamientos en la vida política y social, guerras, violencia en estadios deportivos, las calles y los hogares, inundaciones, terremotos, vendavales destructores, fracasos matrimoniales, suicidios, abortos… ¡Qué fácil es quedarse al margen y desde allí juzgar! ¡Que no, hermano, que no… que “no eres mejor que ellos”! ¡Que en tu corazón y en el mío anidan los mismos sentimientos e instintos, y que podíamos haber estado en su lugar!

“He visto la opresión de mi pueblo. Voy a bajar a liberarlo”. Éste es Dios. El que hace Pascua, el que “pasa y actúa”… porque ama.

¡Que se alegren con esta Buena Noticia los que hoy lloran! ¡Que despierten los insensibles al dolor humano!, porque no están en sintonía con el Dios a quien a veces rezan. Sepamos leer los acontecimientos, y ¡convirtámonos para no perecer!

Luis Emilio Pascual Molina
Capellán de la Cofradía de Jesús
Domingo III de Cuaresma – Ciclo C
20-marzo-2022