“Pedro tomó la palabra y dijo: ‘conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo… Lo mataron colgándolo de un madero, pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver… los que creen en Él reciben, por su nombre el perdón de los pecados”. Es el anuncio valiente y gozoso de Pedro en la Sinagoga. Es el anuncio valiente y gozoso de la Iglesia del siglo XXI, para todo hombre que quiera escucharlo, para todo el que ansíe encontrar la Gran Noticia de su vida: ¡La muerte ha sido vencida!
“Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo”. Así canta el salmo 117 que hoy repetimos gozosos. Y cuando Dios actúa no es mezquino, lo hace a lo grande. Desde ese instante el día del astro rey -día del Sol- cambia su nombre: será “Dies dominicus”, “Día del Señor”. El primer día de una semana que parecía una más en la larga espera de la salvación, que traería el Mesías, se convierte en el inicio de una “nueva creación”.
Muy de mañana, casi al alba, María Magdalena se presenta en el sepulcro; va a buscar un cadáver; la piedra está corrida y el cuerpo de Jesús no está. Esta mujer, que ha conocido en primera persona qué es el verdadero amor y cuál la potencia del perdón y la misericordia, se convertirá en la mensajera de la mejor noticia que nunca será dada: ¡la muerte ha sido vencida! Así pues, aquellos que “por miedo a la muerte estábamos de por vida sometidos a la esclavitud del pecado”, podemos exultar, cantar, bendecir…: se han inaugurado los “tiempos nuevos”. Podemos ser libres y vivir en plenitud.
Existe la Vida Eterna: ¡Cristo ha resucitado! y ¡nosotros con Él! Ha terminado la noche del absoluto vacío, del sin-sentido, del odio y la violencia, de la desesperación. Ha sido rota la noche de la tristeza y del miedo al futuro, la noche de las esclavitudes y los vicios. En esta noche se sacuden conciencias, se engendran esperanzas, se alegran los tristes, se descargan las armas -¡ojalá también hoy en Ucrania!-. En esta noche se reconcilian hermanos peleados por herencias, el avaro renuncia a su fortuna y comparte, se abren los ojos de los ciegos, y se liberan prisioneros de drogas e ídolos. En esta noche se reconstruyen matrimonios, se olvidan antiguos rencores, y… ¡amanece la vida!
Y todo esto es posible porque Jesucristo, subiendo al leño de la Cruz, y entrando en la muerte, venció para siempre los poderes del mal. La Resurrección es realidad que todos podemos experimentar si nos dejamos regar por la sangre y el agua vertidas por Cristo, signos del Bautismo y la Eucaristía.
El tiempo de Pascua son siete semanas para vivir la novedad, el dinamismo y la alegría de la Pascua del Señor, que es también la nuestra.
“No he de morir, ¡viviré! para contar las hazañas del Señor”.
¡Feliz Pascua de Cristo Resucitado!
17-abril-2022