PAN PARTIDO Y COMPARTIDO

Imagen del autor
Compartir

“Come niño, o no crecerás”, “come y te harás grande y fuerte”… ¿Quién no ha oído frases similares? El alimento se convierte, tras la digestión, en hidratos de carbono, vitaminas, aminoácidos… que producen en nosotros crecimiento corporal. La inanición, por contra, produce enfermedad y muerte. El alimento es, pues, necesario y, más que un hábito, es rito imprescindible en nuestra cultura cotidiana. Podremos hacer dieta, comer éste o aquél alimento, cuidar la cocción o evitar las frituras, pero hemos de comer.

Jesús indicó que “no sólo de pan vive el hombre”, habló de “un alimento que vosotros no conocéis”, y con el tiempo Él mismo se nos dio como verdadero alimento: “Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene ya Vida Eterna”, “mi carne es verdadera comida, mi sangre verdadera bebida”. Nos invitó a repetir el gesto que Él hizo la noche en que fue entregado: “Tomad y comed, esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros, esta es mi sangre que se derrama por vosotros… ¡Haced esto en memoria mía!”.

Comer el pan y beber el cáliz, fracción del pan, Eucaristía. Tres modos de llamar a la oración por excelencia, al centro y culmen de la celebración cristiana, a la esencia y raíz de la comunidad que es la Iglesia. No se trata ya de comer para crecer, en el sentido humano, de alimentarme para no tener hambre o enfermar, para ser más grande, fuerte y alto. Quien participa en la Eucaristía come al mismo a Cristo, se hace comunión con Él, y puede vivir su misma vida. Y si la Eucaristía no nos lleva a “dejarnos comer” por los que nos rodean, a dar nuestro tiempo, nuestra vida, por aquellos a quien encontraremos al salir del templo, a ponernos a su servicio… es que no nos hemos enterado de nada; habremos asistido a una reunión de amigos, pero Cristo no ha tenido paso franco a nuestro corazón para -desde el mismo- llegar al de los hombres nuestros hermanos.

¡Dadles vosotros de comer!, dijo Jesús a los discípulos ante una muchedumbre. Ellos pusieron en sus manos lo que tenían -cinco panes y dos peces- y “comieron todos hasta quedar saciados y sobraron doce cestos”. Hoy, a nosotros cristianos, nos repite: “dadles vosotros de comer”, “poned en mis manos vuestros dones, vuestra vida, lo que sois; y yo la multiplicaré y saciaré a la humanidad”. Nos dice que nos necesita; cuenta con nosotros. De este modo nos recuerda que en la vida no todo es tener. La realización del amor no está en el dar, sino en “darse”.

El pan que compartamos con otros no sabrá solamente a pan, tendrá el sabor a solidaridad, a fraternidad, a Caridad. Podemos dar de ese pan porque Jesús mismo nos lo dio, inspirando así nuestra entrega. Pan partido y compartido. Pan que contiene la entrega y el amor. Pan de Dios: su Cuerpo y su Sangre. ¡Que nunca perdamos el gusto por este pan que inspira a compartir lo que somos y tenemos!

Día del Corpus Christi, Día de la Caridad, Día del Pan partido y compartido. Día de fiesta y de gozo inmenso por celebrar el “mayor don de Dios a la humanidad”, en palabras de nuestro Papa Francisco.

¡Feliz y Santo día!

Luis Emilio Pascual Molina
Capellán de la Cofradía de Jesús
Solemnidad del Corpus Christi – Ciclo C
19-junio-2022