¿SOCIEDAD DE BIENESTAR?

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Las encuestas parece que no dejan muy bien parada a la Iglesia: no va con los tiempos, es agorera, es contraria a todo lo que suponga disfrute de la vida… Parece que con el Papa Francisco -sus gestos, actuaciones y palabras- algunos cambian de opinión. A mi me da que la cuestión es más simple -o más compleja, según se mire-.

El corazón humano es pozo de inseguridades, y busca la seguridad en los bienes, el poder, o la influencia; pero la experiencia enseña que esta seguridad es falsa y engaña al mismo corazón. Se idolatran la belleza, la técnica, la fama… El hombre sobreestima estos valores, y ellos le roban la vida y sigue insatisfecho. A la neurosis del consumismo dirige Jesús la parábola del “túmbate, come, bebe, date la buena vida…”, mientras la muerte llama a la puerta. La historia multiplica hoy parábolas vivas que ponen en crisis nuestra actitud de adoradores del poseer: “Su vida fue atesorar para los hijos; ahora viven un infierno de odio desde que el padre murió”, “Pasó la vida acumulando para la vejez, y murió la víspera de jubilarse”, “¡Si el dinero se pudriera como las patatas!”… dicen algunos. El dinero no se pudre, es verdad, pero sí produce anticuerpos que pudren la sociedad: odios, violencia, prostitución, corrupción, droga… Señales rojas de alarma de una sociedad insolidaria -dirá un pagano-. Palabra de Dios en la historia que llama a conversión y conduce a restituir al dinero su papel de servidor y sacarlo de su trono de dios creador y dador de vida -dirá un creyente-.

¿Se tiene que despreciar el mundo y sus bienes? El sentido del evangelio no es éste. Jesús llama la atención sobre la ambigüedad de las cosas terrenas. No se las puede considerar como valores absolutos, y quien se aficiona a los bienes terrenos comete un error de perspectiva. El cristiano está llamado a interesarse por los bienes terrenos, pero como valores “relativos”, y ponerlos a disposición de los “valores del Reino de Dios”. San Pablo exhorta al bautizado a mirar al cielo, pues el sentido de la vida reside en las “realidades de arriba”: “Aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra… Despojaos del hombre viejo, con sus obras, y revestíos del nuevo, que se va renovando como imagen de su Creador”. El mundo es una realidad pasajera, y no conviene confiar mucho en ella. Esto es lo que anuncia la Iglesia, siempre a favor del hombre, porque lo ama, porque conoce sus deseos y carencias, sus apetencias y sus necesidades.

Estoy contento del resultado de esas encuestas, pues creo que lo que indican no es “falta de confianza” en la Iglesia, sino más bien que al hombre del siglo XXI -Peter Pan fácilmente manipulable en manos de nuevos dictadores bajo falsa apariencia de salvadores que regalan derechos y bienestar- no le “puede gustar” lo que escucha de parte de la Iglesia. No importa, al niño -infantil en sus ideas, esclavo de sus apetencias, y terco en sus planteamientos- tampoco le gusta la corrección de sus padres. Con el tiempo conocerá que era por amor y… ¡lo agradecerá!

La imagen de miles de jóvenes estos días en Campamentos de verano -nosotros hoy concluimos el Campamento “nº 40”-, o en voluntariados o Peregrinaciones -hoy se inicia la PEJ (15.000 jóvenes se esperan en Santiago el próximo fin de semana para la Peregrinación Europea de Jóvenes)-… ¿no está indicando otra cosa totalmente opuesta?

Luis Emilio Pascual Molina
Capellán de la Cofradía de Jesús
Domingo XVIII del Tiempo Ordinario – Ciclo C
31-julio-2022