La dura reprobación del profeta Amós en la primera lectura (en continuación con el texto del domingo pasado), y el extraño diálogo entre el rico Epulón y Abraham en el Evangelio, nos vuelven a situar de nuevo frente al tema de los pobres y el dinero. Amós denunciando determinados comportamientos, y Jesús explicando en parábola la ceguera de un hombre que no ve en los pobres un aldabonazo de Dios, una llamada seria a cambiar de actitudes y hábitos, nos interpelan hoy.
El dinero, la riqueza, el poder… son, de suyo, realidades “indiferentes”, pero que ejercen una poderosa seducción y se convierten fácilmente en ídolos destructores de personas y sociedades. No fue la pobreza lo que condujo a Lázaro al seno de Abraham, sino su actitud ante la misma; y no fueron las riquezas las que impidieron al rico Epulón entrar en el seno de Abraham, sino su egoísmo y su poca solidaridad con el prójimo. El relato del evangelio no se limita sólo a presentar lo que debiera ser un comportamiento correcto del rico, sino que lleva la mirada también a la indiferencia ante Dios y a la falsa seguridad humana. El rico Epulón y el pobre Lázaro son una lección para aprovechar el tiempo aquí en el mundo. Nuestras acciones nos juzgan día a día. No todo da igual, nada es indiferente, y menos si condiciona la vida de otros seres humanos.
Los pobres del mundo –“siempre los tendréis entre vosotros”-, cuya presencia resulta a menudo tan molesta e irritante, pueden ser Palabra de Dios, oportunidad que Él nos brinda, grito que nos despierte de esa burguesía que nos atonta, o recordatorio permanente de dónde te aprieta el zapato que te impide caminar. La pregunta no es ¿por qué se da tanta importancia en el evangelio al dinero? La insistencia en hablar de él es justamente por todo lo contrario, para darte la buena noticia -evangelio- de su ineficacia para hacerte feliz. Ya decía aquel amigo: “era tan pobre que sólo tenía dinero”.
Si te interesa de verdad ser cristiano debes ser astuto y eliminar escollos. Para la misión a la que Dios te llama -ser “testigo” ante las gentes de que “solo Dios basta”– muchas cosas sobran y muchos dones hasta pueden ser perjudiciales. Los bienes han de verse como un regalo, como una posibilidad de comunión con los demás y con Dios. Cuando el regalo se busca por sí mismo, y se olvida quien lo ofrece, deshumanizamos nuestra vida, los bienes se idolatran y llegan a pudrirse en nuestras manos.
Si te subleva la realidad social que ves a tu alrededor -personas durmiendo en las calles, colas para recibir alimentos…- si quieres hacer frente, con seriedad, a tantas injusticias del mundo, el único camino válido es vivir intensamente la Fe, y de este modo mostrar a todos los que te rodean un “camino diferente”, el de la Caridad. Así se lo indica claramente Pablo a su discípulo Timoteo en la segunda lectura que hoy se proclama: “Hombre de Dios, practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. ¡Combate el buen combate de la fe! Conquista la Vida Eterna a la que fuiste llamado y de la que hiciste noble profesión…”.
25-septiembre-2022