De la prepotencia a la fragilidad
Es Cuaresma. ¿Cómo vivir la Cuaresma?… Se aprende a ser padre cuando se tienen hijos, se aprende a orar orando, se aprende de uno mismo en la acción… y se vive la Cuaresma dando “pasos de conversión”. La Cuaresma es camino hacia la Pascua, y por sí sola no significa nada. La Cuaresma invita a conversión, porque invita a entrar en el desierto, donde uno se encuentra sólo, desasido de todo y de todos… y se conoce, y conoce a Dios. Si Dios no existe, la vida es desierto, vacío, momentos de insoportable calor -pasiones, odios, divisiones…- junto a momentos de intenso frío -desesperanza, sinsentidos, indiferencia…- Si Dios existe, entonces uno encuentra el sentido de la vida; y lo encuentra en sí mismo, en su ser, más allá de lo que tiene o aparenta.
Quiero, en estas cinco semanas, proponeros sendos “caminos de conversión” que, recorridos en humildad y con sinceridad, nos capaciten para vivir la Gran Semana cristiana en santidad. Estos caminos suponen pasar: de la prepotencia a la fragilidad, de la dureza a la ternura, del miedo a la confianza, del mercadeo a la gratuidad y de la indiferencia a la compasión. Entonces, la Semana Santa será para cada uno realmente lo mismo que fue para Cristo: el paso, el camino, de la muerte a la Vida.
De la prepotencia a la fragilidad. La prepotencia es dominio, autosuficiencia, abuso. La fragilidad es apertura, espera de un encuentro y, por ello, se deja afectar por los gozos y dolores de las personas, abre espacios a los demás, le basta con un pequeño rincón para estar a gusto. Verse débil, frágil, limitado… puede y debe ser positivo en nuestra vida, porque nos une a los demás: les necesitamos y sentimos que nos necesitan. La fragilidad hace que andemos por la vida con más atención en aquello que puede destruírnosla, nos invita a amar y nos recuerda que somos criatura y no dioses. Dios lo hizo a la inversa -¡qué curioso!- el Todopoderoso se hizo frágil, humano; se hizo visible en la carne de Jesús, asumió la condición humana limitada y se hizo capaz de fortalecer toda rodilla vacilante y de alentar toda esperanza decaída. Los prepotentes, los fuertes y autosuficientes en lo humano destruyen continuamente el mundo, porque destruyen al hombre al considerarlo objeto de uso y posesión personal; los frágiles, los que se sienten necesitados, restauran este mundo, porque se hacen solidarios de las pobrezas, fracasos y sufrimientos de sus semejantes, devolviéndoles su dignidad.
Te invito a orar así esta semana: “¡Señor!, hazme frágil para que te refleje sólo a Ti, hazme hermano para no verme nunca superior, hazme necesitado de tus cuidados para buscarte siempre. Quiero acoger mi fragilidad y ponerla ante Ti, confiadamente, y que mi vida sea un instrumento que Tú llenes de una música agradable que haga felices a los demás”.
Este es mi deseo para ti, querido lector.
Te invito, pues, a caminar, a no permanecer parado, a no esperar y verlas venir.
¡Feliz y Santa Cuaresma!
Luis Emilio Pascual Molina
Capellán de la Cofradía de Jesús
Domingo I de Cuaresma – Ciclo B
18-febrero-2024