VERDADERA IMAGEN / SAGRADO CULTO
La Real y Muy Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno en su apuesta por la excepcionalidad y la calidad artística –depositada en cada una de sus actividades de culto– participa por segundo año en la procesión del Corpus Christi de la S. I. Catedral de Santa María con el altar dispuesto en la fachada del Real Casino de Murcia. Al igual que el año pasado, se opta por una disposición inédita que aporta al tránsito de Jesús Sacramentado la dignidad y el decoro imprescindibles para la manifestación tangible de su naturaleza sagrada. Por ello, el «verdadero retrato» del Nazareno –en consonancia con una antiquísima costumbre– preside la instalación, significando la persistencia del sagrado y secular protector en su ciudad.
Aspecto representativo de las grandes imágenes devocionales es la serie de duplicados pictóricos realizados para avalar su prestigio. Desde la Europa del siglo XIV, las grandes devociones marianas de Altötting, Loudun, Rocamadour, Monte Berico o la Schone María de Ratisbona, dieron rienda suelta a la difusión de su impronta mediante este recurso. Pinturas, estampas, grabados e, incluso, bordados se pusieron al servicio de la difusión de su prestigio. La finalidad de estos retratos respondía a una doble: complacer la demanda de los peregrinos que visitaban sus santuarios (permitiendo llevar con ellos la impronta de la efigie) y proyectar su fama más allá de la geografía circundante (Freedberg, 1992).
A lo largo de los siglos siguientes esta nómina no hará sino aumentar. El Atlas Marianus de Gumppenberg (editado en Ingolstadt, 1653) prueba la vigencia del recurso. La duplicación de la imagen venerada servía para catalizar la devoción más allá del ámbito concreto de sus ermitas. Así, sus propiedades taumatúrgicas se transferían a las réplicas gozando, en ocasiones, de idéntico halo sobrenatural. La calidad de estas versiones dependía, naturalmente, de la capacidad económica del demandante dando pie a una diversidad plástica difícil de parangonar. Buena muestra de ello, son, por ejemplo, las reproducciones de la Virgen del Rocío presentes en cada uno de sus «simpecados» (Fernández Sánchez, 2017).
También las cortes europeas resultaron espacios idóneos para la colección de tales «reflejos» de la imagen sagrada. Aquí, la pintura se convirtió en el medio predilecto estando a cargo, en frecuentes ocasiones, de eminentes artistas. Así, la Casa de Saboya procuró numerosas réplicas de la famosa Síndone de Turín para agasajar con ellas a los principales dignatarios de la época. Con frecuencia, llegadas a su destino, los duplicados fueron ornamentados lujosamente favoreciendo su conversión en objetos de culto (Palacios Carvajal, 2009).
Aunque las imágenes marianas fueron las preferidas, también las del Redentor contaron reproducciones. Acaso el caso más famoso sea el del Cristo de Burgos que –más allá de los lienzos devocionales– vio florecer sus retratos a través de esculturas equivalentes al prototipo (Amador Marrero y Pérez de Castro, 2023). La Corte de los Austrias también quiso contar en sus palacios con imágenes duplicadas de aquellas efigies excepcionales de sus reinos: la Virgen de Guadalupe (Cáceres) fue una de las predilectas aunque incluso en El Escorial se guardó, a tamaño natural, duplicado pictórico del Nazareno de Ocaña (Toledo).
Con frecuencia, tales iconos «especulares» se realizaban en el lugar originario contando algunas de ellas –como la Santa Faz de Roma– con un gremio específico de pintores habilitados al efecto. Muestra descollante de estas representaciones pictóricas es el repertorio dedicado a la valenciana Virgen de los Desamparados que muestra un desarrollo imparable desde el siglo XVII. El parentesco de su culto y veneración con el de otra imagen murciana, la de Nuestro Padre Jesús, explica la observancia en esta última ciudad del mismo recurso.
El titular de «los nazarenos» contó –al menos desde 1656– con una talla «vicaria» de «cartapesta» que permitía proyectar el culto más allá de la «ocultación ceremonial» de la ermita. Las festividades de «la feria», las cuestaciones en los Santos Pasos del convento de San Diego o las demandas en los partidos colindantes de la huerta conocieron la presencia de este icono mimético a fin de acrecentar la dadivosidad de sus gentes (Fernández Sánchez, 2022). Además, los inventarios de la cofradía facilitan detalles correspondientes a imágenes pictóricas del Nazareno que también sirvieron para estimular la devoción.
Así, en 1667 se refleja la existencia de tres tablas «con la fegura de Jesus» destinadas a acompañar en sus enfermedades a cofrades y devotos, respectivamente (Fernández Sánchez, 2022). También miembros del estado nobiliario quisieron contar en sus mansiones con representaciones semejantes: ha podido recuperarse recientemente un valioso ejemplar de gran formato que atestigua –más allá de los documentos– la vigencia de este recurso durante toda la Edad Moderna. Su probable datación a fines del XVII asevera la vigencia de la tipología en pleno Siglo de Oro murciano.
Quizá el caso más conocido resulte, empero, el correspondiente a Francisco González de Avellaneda (bailío de Lora del Río) quien, en su condición de mayordomo munificente, solicitó a la junta particular de la cofradía permiso para proveer de un pintor que ejecutase ante la imagen –dentro del propio camarín– un retrato de medio cuerpo del Nazareno. Este formato de «verdadero retrato», conviene recordar, permite la inmediatez del fiel a la mirada del icono: auténtico potencial devocional del paladión. Según narra el cronista, el objetivo de esta demanda era situarla permanentemente en la fachada de la mansión solariega de este personaje (Ibáñez García, s. f.). Aún en las primeras décadas del XX los vecinos de la calle Santa Teresa –donde se enclavaba el edificio– la llevaban a la parroquial de San Miguel a fin de tributarle diversos cultos cuaresmales (El Liberal de Murcia, 3 de abril de 1919).
La identificación de su emplazamiento originario en una pintura decimonónica de Enrique Atalaya (1877) –denominada Fiesta huertana– permite conocer la persistencia de este retrato verosímil durante el siglo XIX. Además, el lienzo añade su inserción en un ceremonial festivo costumbrista que evidencia, en efecto, como estas representaciones duplicadas eran usadas en los diversos ciclos festivos; incluyendo, como aquí, su instalación callejera en vistosos doseles (Vigueras Marín-Baldo, 2021).
La perseverancia de la cofradía en estas costumbres ancestrales –fiel a su pujante historia– ha llevado en 2024 al encargo al polifacético Santiago Rodríguez López de un retrato de Nuestro Padre Jesús que testimonie dicha costumbre. La imagen proyecta, así, su halo en la ciudad por medio de este duplicado pictórico capaz de representar, como en estas horas del Corpus, aquella presencia sagrada sobre la urbe. Como antaño, la veneración complementa una difusión tangible de su auténtica impronta; naturaleza fidedigna donde gravita la sustancia auténtica de un Dios sacramentado al que se pone imagen y mirada en Murcia por medio del Nazareno.
✍️ José Alberto Fernández Sánchez
Cofradía de Jesús