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Rogativas

Ad petendam…

El sagrado protector de Murcia frente a las adversidades es Nuestro Padre Jesús Nazareno. Las rogativas, expresadas a lo largo de los siglos como requerimiento del auxilio divino, son la sustancia a través de la cual se expresa el fervor hacia la devotísima imagen. Las epidemias, las sequías e, incluso, las guerras y terremotos han sido las ocasiones que han propiciado la petición de Cabildo y Concejo para implorar públicamente a este fiel valedor. Ahora, como entonces, la persistencia de la historia es contumaz: la esencia de la ciudad se destila en forma de oración colectiva elevada al Cielo. Nuestro Padre Jesús interceda por nosotros.

BREVE CRÓNICA DE LA ROGATIVA (2022)

Se resiste el invierno a darle paso a la cercana primavera y deja constancia de su presencia con un vientecillo frío, y a ratos desapacible. Pese a ello, el cielo brilla de puro azul y el sol en su descenso hacia el ocaso pone tintes de oro viejo en la barroca fachada del imafronte catedralicio. Desde primeras horas de la tarde, miles de fieles, aguardan la salida de la Virgen de la Fuensanta, patrona de la ciudad y la huerta, para comenzar la solemne procesión de rogativas por las calles de la milenaria ciudad del Segura.

Fue un cinco de marzo del año dos mil veinte, justo dos años después de la última vez, cuando la sagrada imagen vuelva a las calles de Murcia pues, la pandemia provocada por el COVID-19, la ha tenido en el interior del primer templo de la diócesis, privando a los fieles de su presencia en las tradicionales romerías.

Estas tres jornadas, del jueves diez al sábado doce del mes de marzo de dos mil veintidós, la ciudad vivirá un acontecimiento histórico recuperando, también, la vieja estampa de 1855 cuando se realizara la última rogativa, de las que hay constancia, con las dos imágenes de mayor devoción del pueblo murciano, la de su patrona y la de Nuestro Padre Jesús Nazareno, titular de la cofradía del mismo nombre, que desde 1600 goza del fervor popular. No es la primera vez que Madre e Hijo salen a las calles para ahuyentar epidemias, sequías o catástrofes naturales. Incluso en varias ocasiones, la sagrada túnica del Nazareno, ha colgado de las barandillas del segundo cuerpo de la torre catedralicia para conjurar los males que asolaban la ciudad y la huerta.

Son las seis de la tarde del jueves diez de marzo y todas las miradas están puestas en la puerta de San José, de nuestra catedral, por donde aparecerá la «morenica», nuestra patrona. Minutos antes, el obispo de la diócesis de Cartagena, se ha dirigido a los centenares de fieles que abarrotan el templo para explicarles, una vez más, el sentido de las rogativas que se van a llevar a cabo esa tarde. En el exterior crece la expectación y los nervios ante la inminente salida de la Madre.

Preceden a esta una amplia representación de las cofradías de pasión y gloria, caballeros y damas de su corte de honor, embajadas de colectivos festeros con las reinas de la huerta, mayor e infantil, a la cabeza, y diversas asociaciones que junto al Real Cabildo Superior de Cofradías de la ciudad cierran esta parte del cortejo. Tras ellos, más de cincuenta seminaristas, con sus sotanas, preceden a una amplia representación del clero donde más de un centenar de sacerdotes, llegados de numerosas parroquias de la diócesis, visten la blanca sotana y sobre los hombros y pecho la morada estola de los tiempos cuaresmales. Tras ellos, el ordinario de la diócesis, don José Manuel Lorca Planes, al que acompañan el recién nombrado obispo de Jaén y ceheginero de nacimiento, don Sebastián Chico, y el también murciano arzobispo emérito de Burgos, don Francisco Gil Hellín.

Y sale del primer templo María Santísima de la Fuensanta. Viste para la ocasión un terno de seda del siglo XVIII, en tonos morados, y estrena un «rostrillo» regalo de los Caballeros de la Fuensanta. La emoción se desborda cuando, la banda, interpreta el himno nacional en su honor.
Toma posiciones la presidencia civil encabezada por el presidente de la Región de Murcia, don Fernando López Miras, presidente de la Asamblea Regional, don Alberto Castillo, y el alcalde de Murcia, don José Antonio Serrano. Tras ellos, concejales de la corporación municipal, diputados regionales y representación de cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado encabezados por el delegado del Ministerio de Defensa. Ocupa lugar destacado en la presidencia militar el coronel don Guillermo García Ferrer del Regimiento Zaragoza nº 5 donde se integra la brigada paracaidista de la Bandera Ortiz de Zárate, hermanos honorarios de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno que saldrá, más tarde, al encuentro de la Fuensanta.

Son las seis y media de la tarde. En otro lugar de la ciudad, en la centenaria plaza de San Agustín, suena la sección de bocinas y tambores de la Real y Muy Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Su sagrado y venerado titular, «el Nazareno de los nazarenos» va a salir a la calle para ir al encuentro de la patrona de la ciudad y la huerta.

El pendón mayor se coloca en el dintel de la iglesia de la cofradía y el cortejo se pone en marcha. Es una estampa decimonónica la que van a admirar los fieles a partir de ese momento tanto tiempo esperado. Más de cien ciriales portados por fieles y devotos del Nazareno forman dos largas filas tras la mayor insignia de los cofrades les sigue la capilla de canto de la cofradía y miembros de la coral Canticorum Iubilo que durante todo el recorrido irán interpretando las letanías y antiguas partituras como las saetas del Silencio. Tras estos, el conocido como pendón menor y ciriales que se han estrenado para la ocasión. El nuevo cuerpo de acólitos, cuyos ternos son nuevos, custodiando la cruz alzada y tras ellos el paso del venerado titular, Nuestro Padre Jesús Nazareno, que en esta ocasión porta sobre sus hombros «la cruz de filo de oro» del siglo XVIII y viste la morada túnica conocida como la de «las esposas» ya que fueron aquellas devotas señoras, esposas de los miembros de la junta particular, quienes la regalaron en el siglo XIX para vestir a Nuestro Padre Jesús. No falta, como manda la tradición, una boja de «capullos de seda» a los pies del divino caminante. Es la ofrenda permanente de la huerta que desde siglos pretéritos se sigue manteniendo todos los Viernes Santos y que, en esta salida extraordinaria de rogativa, también han querido poner ante sus divinas plantas los huertanos de Murcia. Precisamente una de las rogativas que se rezarán esta histórica tarde está destinada a implorar la necesaria lluvia para los cada vez más resecos bancales.

Cinco serán las que eleven la oración de los fieles al cielo. El final de la guerra de Rusia contra Ucrania tras una injustificada invasión de aquel territorio soberano. La necesidad de lluvia, el fin de la pandemia, la salvación de las almas que han perecido a causa del COVID-19 y la ayuda divina para miles y miles de familias afectadas por los efectos del virus que ha asolado a la humanidad durante los dos años anteriores desde que se desató su brutal ataque.

Tras cruzar el Puente Viejo, bajo la hornacina de la Virgen de los Peligros, se despiden de ella los archicofrades del Cristo de la Sangre que le han acompañado con su pendón mayor, ciriales y faroles. Y nada más bajar la rampa del viejo puente, en la plaza Martínez Tornel, el «Nazareno de los nazarenos»aguarda a la Madre.

Inenarrable el encuentro por lo intenso del momento y la belleza plástica del entorno y las luces de la noche. Vemos, también, por primera vez a Jesús Nazareno iluminado en su paso por cuatro brazos de tulipas, cada uno en un ángulo del paso, que han sido prestados por la Cofradía del Santo Sepulcro de Molina de Segura. En el interior de las tulipas, la cera, arde para iluminar el caminar del Hijo en la noche oscura. Vieja estampa también esta, pues nunca, al salir de día y con el sol, hemos podido ver al Nazareno iluminado por la tenue luz de la cera.

Caminan Madre e Hijo hacia la catedral de la diócesis donde llegan pasadas las nueve y cuarto de la noche en mitad de la emoción de miles de personas que abarrotan la céntrica y barroca plaza del Cardenal Belluga. De nuevo el himno nacional homenajea a las sagradas imágenes y ambas entran en el templo donde, tras su llegada y acomodo en el altar mayor, se procede a oficiar una solemne misa primera de las de rogativa oficiada por el titular de la diócesis de Cartagena monseñor Lorca Planes.

Pasadas las diez y media de la noche finaliza la solemne función religiosa con la interpretación del himno de la coronación de la Fuensanta, obra literaria de don Pedro Jara Carrillo y música del maestro don Emilio Ramírez.

Se acaba así la primera jornada de las tres de Rogativa que se van a celebrar y al cerrarse las puertas de la catedral murciana, Madre e Hijo, quedan en el interior del templo tras ese diálogo de amor que han mantenido desde su encuentro horas antes y del que ha sido testigo de excepción el pueblo murciano.

Faltan escasos minutos para que sean las once de la noche del sábado doce de marzo de dos mil veintidós y en el interior de la iglesia de Jesús, a los pies del Nazareno que acaba de finalizar la solemne procesión de vuelta a su templo, la Campana de Auroros de Nuestra Señora del Carmen de Rincón de Seca, cuyas raíces se pierden en el siglo XVIII, han interpretado la primera salve de Pasión de un ciclo que arrancará, oficialmente, la noche de San José con la tradicional despierta. Pero los auroros carmelitas no han querido perderse este momento histórico del retorno de la sagrada imagen y han salido a su encuentro bajo los naranjos del jardín de San Agustín donde han rezado cantando, o han cantado rezando, la conocida salve “Estando en el Huerto orando”. Oración que todos los años, Jueves Santo, interpretan ante las divinas plantas del Nazareno en esa tradicional cita de las campanas de auroros de la huerta de Murcia que, en el Día del Amor Fraterno, se acercan hasta la iglesia de Jesús para interpretar las ancestrales salves de Pasión horas antes que la procesión sorprenda al mundo tras su salida a las seis solares de un nuevo Viernes Santo.

Horas antes, a las seis, la nave principal de la catedral murciana se encontraba abarrotada de fieles que habían ocupado posiciones desde mucho antes que diera comienzo la misa solemne que serviría de despedida de la sagrada imagen de Nuestro Padre Jesús. Ocupó la sagrada cátedra el canónigo de la catedral y director de su museo, don Francisco José Alegría Ruiz, que estuvo acompañado por otros sacerdotes entre los que se encontraba el consiliario de la cofradía, don Luis Emilio Pascual. Muy emotiva fue la homilía donde se invitó al público que llenaba las naves a contemplar en silencio, para meditar, las imágenes de María y Jesús juntas en el altar mayor. Sus mantos protectores, dijo el canónigo, son nuestro único escudo protector.

Miles de personas llenaban, sin dejar hueco, este emblemático enclave urbano. Nada más salir el “paso” de nuestro sagrado titular, la Sociedad Filarmónica del Carmen de Salteras, Sevilla, interpretó el himno nacional.

Tuvimos por delante cuatro horas, a las siete en punto salía de la catedral dirección a su iglesia, en la que el pueblo de Murcia que abarrotaba todo el recorrido, ventanas y balcones, pudo venerar la imagen de Nuestro Padre Jesús tras las tres históricas jornadas de rogativas que se habían desarrollado.

Pasadas las diez y media de la noche, desde la calle Arrixaca en el corazón del barrio de San Andrés, el paso de Nuestro Padre Jesús entraba en el jardín de San Agustín. Los de Salteras callaron sus instrumentos y las recias voces de los hombres de la huerta, los auroros, rompieron el reverencial silencio entonando la salve «Estando en el Huerto orando» con la que la procesión dio la vuelta al jardín, enclave indispensable de la ciudad el Jueves y Viernes Santo, para encarar el interior de la iglesia atravesando una enorme multitud de fieles que a ambos lados de la avenida se habían dado cita para presenciar el retorno a su iglesia del titular de los «Nazarenos».

La filarmónica de Salteras interpretaba el himno nacional, se pusieron firmes los miembros de la BRIPAC que con su coronel al frente, el Regimiento «Zaragoza» número 5, de paracaidistas, habían vuelto a acompañar a Nuestro Padre Jesús dándole escolta de honor y la imagen entraba en el interior del templo y se recortaba de nuevo su egregia figura bajo la impresionante lámpara central. Las pinturas de Pablo Sístori recobraban vida y hasta el ángel de la Oración parecía alegrar su bellísimo rostro al ver de nuevo a Jesús Nazareno en el interior de la que es su casa desde hace cuatro largos siglos.

Solo la tenue luz de la lamparita que alumbra la hornacina, sobre la puerta de la iglesia, iluminaba levemente la imagen de Nuestro Padre Jesús. Con esa hermosa visión volvimos a nuestros hogares sabedores que siempre permanecerá encendida esa lucecita para alumbrar las tinieblas que nos envuelven en este difícil camino que tenemos que atravesar en esta generación que nos ha tocado vivir.